martes, 10 de abril de 2012

Amor en la estación de autobuses .

Eran dos. Tenían la herida del amor tras las pupilas, allá donde nada ni nadie alcanza a curarla, justo donde poco puede hacerse ya por ellos. Ellos... eran ellos. Ellos ese amor puro, recien nacido del querer. Se adoraban tras el cristal mientras él, tierno le imploraba por señas cuánto la echaría de menos, ausentes del mundanal ruido que los rodeaba, como si realmente fueran el uno parte del otro desde el principio de los tiempos.

Era ella. Ella en su simplicidad, sencilla como una sonrisa, bailando en aquel aire suspendido entre sus cuerpos. Ella y la franqueza doliente en que lo extrañaría en breve, confinada en la obligación de seguir viviendo por vivir hasta volver a verlo. Ella el amor extremo, ese remate con que la vida había tejido las nubes. Era él. Él el amor sumiso y dócil revoloteándole tras el pecho, encerrado en un físico envidiable digno del galán que nunca quiso ser. Él en su belleza y gallardía cortejando a cenicienta mientras todos miraban, como el apuesto valeroso que en sí guardaba en desuso desde siglos atrás.

Era verdadero amor , echos el uno para el otro . 

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